- Porque tú, Señor, bendices a los justos;
cual escudo los rodeas con tu buena voluntad. - Me pregunto:
«¿Qué es el hombre, para que en él pienses?
¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta?» - Quiero alabarte, Señor, con todo el corazón,
y contar todas tus maravillas. - Quiero alegrarme y regocijarme en ti,
y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo. - El Señor es refugio de los oprimidos;
es su baluarte en momentos de angustia. - En ti confían los que conocen tu nombre,
porque tú, Señor, jamás abandonas a los que te buscan. - ¡Levántate, Señor!
¡Levanta, oh Dios, tu brazo!
¡No te olvides de los indefensos! - Pero yo confío en tu gran amor;
mi corazón se alegra en tu salvación.
Canto salmos al Señor.
¡El Señor ha sido bueno conmigo! - Solo el de conducta intachable,
que practica la justicia
y de corazón dice la verdad;
que no calumnia con la lengua,
que no le hace mal a su prójimo
ni le acarrea desgracias a su vecino. - Cuídame, oh Dios, porque en ti busco refugio.
- Yo le he dicho al Señor: «Mi Señor eres tú.
Fuera de ti, no poseo bien alguno». - Siempre tengo presente al Señor;
con él a mi derecha, nada me hará caer. - Me has dado a conocer la senda de la vida;
me llenarás de alegría en tu presencia,
y de dicha eterna a tu derecha.