Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
Viéndolo ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y gritaron, porque todos lo veían, y se asustaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: —¡Tened ánimo! Soy yo, no temáis.
Le dijo Jesús: —Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?