El que anda en integridad y hace justicia; el que habla verdad en su corazón; el que no calumnia con su lengua ni hace mal a su prójimo ni admite reproche alguno contra su vecino.
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra.