Tal vez digas en tu corazón: “¿Cómo conoceremos que ésta no es palabra de Jehová?” Si el profeta habla en nombre de Jehová, y no se cumple ni acontece lo que dijo, esa palabra no es de Jehová. Por presunción habló el tal profeta; no tengas temor de él.
Cuando llegó el día de Pentecostés estaban todos unánimes juntos. De repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban.
Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible adorno de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.