No abandones a tu amigo ni al amigo de tu padre, ni vayas a la casa de tu hermano el día de tu infortunio. Mejor es un vecino cerca que un hermano lejos.
Sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia.