- Ten piedad de mí, oh Dios,
conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades
borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado. - Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
- Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.
- Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová
En la tierra de los vivientes. - La suma de tu palabra es verdad,
Y eterno es todo juicio de tu justicia. - Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.
- ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz,
para dejar de compadecerse del hijo de su vientre?
Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti.
He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida;
delante de mí están siempre tus muros. - Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;
¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? - Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos,
Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca. - La esperanza de los justos es alegría;
Mas la esperanza de los impíos perecerá. - El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
- ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
- Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre,
Y no dejes la enseñanza de tu madre. - Te dé conforme al deseo de tu corazón,
Y cumpla todo tu consejo. - Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.
- Del mandamiento de sus labios nunca me separé;
Guardé las palabras de su boca más que mi comida. - De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.
- Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
- Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
- Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti,
Oh Jehová, roca mía, y redentor mío. - El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
- Me he gozado en el camino de tus testimonios
Más que de toda riqueza. - Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
- Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación,
por la gloria de tu nombre;
Y líbranos, y perdona nuestros pecados
por amor de tu nombre. - Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado.
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He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece;mas el justo por su fe vivirá.