El principio de la sabiduría es el temor del Señor; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; su alabanza permanece para siempre.
Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.