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Versículos de la Biblia sobre 'Eres'

  • ¡Qué hermosa eres, amada mía!
    No hay defecto en ti.
  • Mi escondedero y mi escudo eres tú.
    En tu palabra he esperado.
  • Alma mía, dijiste a Jehová:
    «Tú eres mi Señor;
    no hay para mí bien fuera de ti.»
  • Tú eres mi roca y mi castillo;
    por tu nombre me guiarás y me encaminarás.
  • Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí;
    mi gloria, y el que levanta mi cabeza.
  • Sáname, Jehová, y quedaré sano;
    sálvame, y seré salvo,
    porque tú eres mi alabanza.
  • Tú eres mi refugio;
    me guardarás de la angustia;
    con cánticos de liberación me rodearás. Selah
  • Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador,
    y grande en misericordia para con todos los que te invocan.
  • Enséñame a hacer tu voluntad,
    porque tú eres mi Dios;
    tu buen espíritu me guíe
    a tierra de rectitud.
  • Encamíname en tu verdad y enséñame,
    porque tú eres el Dios de mi salvación;
    en ti he esperado todo el día.
  • Uno solo es el dador de la Ley, que puede salvar y condenar; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?
  • Porque a mis ojos eres de gran estima,
    eres honorable y yo te he amado;
    daré, pues, hombres a cambio de ti
    y naciones a cambio de tu vida.
  • Antes que nacieran los montes
    y formaras la tierra y el mundo,
    desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.
  • Mas por tus muchas misericordias
    no los consumiste ni los desamparaste;
    porque eres Dios clemente y misericordioso.
  • Él les preguntó: —Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: —Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
  • Ahora bien, Jehová, tú eres nuestro padre;
    nosotros somos el barro y tú el alfarero.
    Así que obra de tus manos somos todos nosotros.
  • Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán.
  • Yo, yo soy vuestro consolador.
    ¿Quién eres tú para que tengas temor de los mortales
    y de los hijos de los hombres, que son como el heno?
  • ¡Dios, Dios mío eres tú!
    ¡De madrugada te buscaré!
    Mi alma tiene sed de ti,
    mi carne te anhela
    en tierra seca y árida
    donde no hay aguas.
  • Jehová, tú eres mi Dios;
    te exaltaré, alabaré tu nombre,
    porque has hecho maravillas;
    tus consejos antiguos son verdad y firmeza.
  • ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio Señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerlo estar firme.
  • Por eso eres inexcusable, hombre, tú que juzgas, quienquiera que seas, porque al juzgar a otro, te condenas a ti mismo, pues tú, que juzgas, haces lo mismo.
  • Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado y, mientras oraba, el cielo se abrió y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma; y vino una voz del cielo que decía: «Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.»
  • Tuya es, Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos.
  • Por tanto, tú te has engrandecido, Jehová Dios; por cuanto no hay como tú, ni hay Dios fuera de ti, conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos.
  • Con el misericordioso te mostrarás misericordioso,
    y recto con el hombre íntegro.
  • Y tuya, Señor, es la misericordia,
    pues tú pagas a cada uno
    conforme a su obra.
  • Pero tú, Belén Efrata,
    tan pequeña entre las familias de Judá,
    de ti ha de salir el que será Señor en Israel;
    sus orígenes se remontan al inicio de los tiempos,
    a los días de la eternidad.
  • Pero yo cantaré de tu poder,
    alabaré de mañana tu misericordia,
    porque has sido mi amparo
    y refugio en el día de mi angustia.
  • Les he dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado esté en ellos y yo en ellos.
  • Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el dar grandeza y poder a todos.
  • El que habita al abrigo del Altísimo
    morará bajo la sombra del Omnipotente.
    Diré yo a Jehová: «Esperanza mía y castillo mío;
    mi Dios, en quien confiaré.»
  • Enseñaba Jesús en una sinagoga en sábado, y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: —Mujer, eres libre de tu enfermedad. Puso las manos sobre ella, y ella se enderezó al momento y glorificaba a Dios. Pero el alto dignatario de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiera sanado en sábado, dijo a la gente: —Seis días hay en que se debe trabajar; en estos, pues, venid y sed sanados, y no en sábado. Entonces el Señor le respondió y dijo: —¡Hipócrita!, ¿no desatáis vosotros vuestro buey o vuestro asno del pesebre y lo lleváis a beber en sábado? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en sábado? Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él.
  • Porque ¿quién soy yo y quién es mi pueblo, para que pudiéramos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos.
  • Acuérdate, Jehová, de tus piedades y de tus misericordias,
    que son perpetuas.
    De los pecados de mi juventud y de mis rebeliones no te acuerdes.
    Conforme a tu misericordia acuérdate, Jehová, de mí,
    por tu bondad.