- Por el gran amor del Señor no hemos sido consumidos
y su compasión jamás se agota.
Cada mañana se renuevan sus bondades;
¡muy grande es su fidelidad! - Me digo a mí mismo:
«El Señor es mi herencia.
¡En él esperaré!». - Examinemos y pongamos a prueba nuestras conductas
y volvamos al Señor.