- La suma de tu palabra es verdad,
y eterno es todo juicio de tu justicia. - Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.
- Mejor es un día en tus atrios
que mil fuera de ellos.
Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios
que habitar donde reside la maldad. - Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo.
¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios? - ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz,
para dejar de compadecerse del hijo de su vientre?
¡Aunque ella lo olvide,
yo nunca me olvidaré de ti!
He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida;
delante de mí están siempre tus muros. - Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos;
y todo el ejército de ellos, por el aliento de su boca. - Pero tú, Belén Efrata,
tan pequeña entre las familias de Judá,
de ti ha de salir el que será Señor en Israel;
sus orígenes se remontan al inicio de los tiempos,
a los días de la eternidad. - Tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.
- La esperanza de los justos es alegría,
mas la esperanza de los malvados perecerá. - ¡Sean gratos los dichos de mi boca
y la meditación de mi corazón delante de ti,
Jehová, roca mía y redentor mío! - Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia,
no te olvides de ella ni te apartes de las razones de mi boca. - De Cristo os desligasteis, los que por la Ley os justificáis; de la gracia habéis caído.
- Te dé conforme al deseo de tu corazón
y cumpla todos tus planes. - Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos. - El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
- Me he gozado en el camino de tus testimonios
más que de toda riqueza. - ¡Profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios!
¡Cuán insondables son sus juicios
e inescrutables sus caminos! - Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre
y no abandones la enseñanza de tu madre. - ¿Acaso no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios está en vosotros?
- ¡Ayúdanos, Dios de nuestra salvación,
por la gloria de tu nombre!
¡Líbranos y perdona nuestros pecados
por amor de tu nombre! - Y el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús.
- Bienaventurado el varón
que no anduvo en consejo de malos,
ni estuvo en camino de pecadores,
ni en silla de escarnecedores se ha sentado. - Nunca me separé del mandamiento de sus labios,
sino que guardé las palabras de su boca más que mi comida. - Pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.
- Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad:
átalas a tu cuello,
escríbelas en la tabla de tu corazón
y hallarás gracia y buena opinión
ante los ojos de Dios y de los hombres.
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