- Lámpara es a mis pies tu palabra,
y luz para mi camino. - Jesús le dijo: Suéltame porque todavía no he subido al Padre; pero ve a mis hermanos, y diles: «Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios».
- No se turbe vuestro corazón; creed en Dios, creed también en mí.
- Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia.
- Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
- Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer.
- Llena está mi boca de tu alabanza
y de tu gloria todo el día. - ¿O piensas que no puedo rogar a mi Padre, y Él pondría a mi disposición ahora mismo más de doce legiones de ángeles?
- Y se humilla mi pueblo sobre el cual es invocado mi nombre, y oran, buscan mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra.
- Pero yo cantaré de tu poder;
sí, gozoso cantaré por la mañana tu misericordia;
porque tú has sido mi baluarte,
y un refugio en el día de mi angustia. - En mi corazón he atesorado tu palabra,
para no pecar contra ti. - Escucha mi oración, oh Señor, y presta oído a mi clamor;
no guardes silencio ante mis lágrimas;
porque extranjero soy junto a ti,
peregrino, como todos mis padres. - Sean gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti,
oh Señor, roca mía y redentor mío. - Bendice, alma mía, al Señor,
y bendiga todo mi ser su santo nombre. - Pero en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del evangelio de la gracia de Dios.
- Desde lo más profundo, oh Señor, he clamado a ti.
¡Señor, oye mi voz!
Estén atentos tus oídos
a la voz de mis súplicas. - Yo sé que mi Redentor vive,
y al final se levantará sobre el polvo. - Inclina mi corazón a tus testimonios
y no a la ganancia deshonesta. - He aquí, Dios es el que me ayuda;
el Señor es el que sostiene mi alma. - Y habiendo tomado pan, después de haber dado gracias, lo partió, y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
- Aleja de mí la mentira y las palabras engañosas,
no me des pobreza ni riqueza;
dame a comer mi porción de pan. - En la noche te desea mi alma,
en verdad mi espíritu dentro de mí te busca con diligencia;
porque cuando la tierra tiene conocimiento de tus juicios,
aprenden justicia los habitantes del mundo. - Si digo: Mi pie ha resbalado,
tu misericordia, oh Señor, me sostendrá. - Oh Señor, tú me has escudriñado y conocido.
Tú conoces mi sentarme y mi levantarme;
desde lejos comprendes mis pensamientos. - Tus testimonios he tomado como herencia para siempre,
porque son el gozo de mi corazón.
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Hijo mío, guarda el mandamiento de tu padre,y no abandones la enseñanza de tu madre.