- Gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
- Por tanto, mis amados hermanos, estad firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.
- Vuestra bondad sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.
- Porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.
- Desde lo más profundo, oh Señor, he clamado a ti.
¡Señor, oye mi voz!
Estén atentos tus oídos
a la voz de mis súplicas. - Y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
- Y tuya es, oh Señor, la misericordia,
pues tú pagas al hombre conforme a sus obras. - ¿Quién eres tú para juzgar al criado de otro? Para su propio amo está en pie o cae, y en pie se mantendrá, porque poderoso es el Señor para sostenerlo en pie.
- Ciertamente el Señor Dios no hace nada
sin revelar su secreto
a sus siervos los profetas. - El Señor abre los ojos a los ciegos,
el Señor levanta a los caídos,
el Señor ama a los justos. - Antes bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no penséis en proveer para las lujurias de la carne.
- No seáis perezosos en lo que requiere diligencia; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor.
- Bendito sea el Señor, que cada día lleva nuestra carga,
el Dios que es nuestra salvación. (Selah) - Él que testifica de estas cosas dice: Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús.
- Porque antes erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de la luz.
- Pues yo no me complazco en la muerte de nadie —declara el Señor Dios—. Arrepentíos y vivid.
- Pero a Dios gracias, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
- Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.
- Que el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y hacia la perseverancia de Cristo.
- Pero, amados, no ignoréis esto: que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.
- Pues tú, Señor, eres bueno y perdonador,
abundante en misericordia para con todos los que te invocan. - Y Él le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
- Porque el Señor es nuestro juez,
el Señor es nuestro legislador,
el Señor es nuestro rey;
Él nos salvará. - Pero el que se gloría, que se gloríe en el Señor. Porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien el Señor alaba.
- Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
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