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Cielo (2/3)

  • Tal como salió del vientre de su madre,
    así se irá: desnudo como vino al mundo
    y sin llevarse el fruto de tanto trabajo.
  • Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono.
  • Te daré las llaves del reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.
  • Después de hablar con ellos, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
  • Reconozcan y consideren seriamente hoy que el Señor es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra; no hay otro.
  • Jesús respondió: —Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.
  • Sin embargo, no se alegren de que puedan someter a los espíritus, sino alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo.
  • En el principio Dios creó los cielos y la tierra. La tierra no tenía forma y estaba vacía, las tinieblas cubrían el abismo y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas.
  • El que salga vencedor se vestirá de blanco. Jamás borraré su nombre del libro de la vida, sino que reconoceré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles.
  • Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos
    y por el soplo de su boca, todo lo que en ellos hay.
  • No hay duda de que es grande el misterio de nuestra fe:
    Él se manifestó como hombre;
    fue justificado por el Espíritu,
    visto por los ángeles,
    proclamado entre las naciones,
    creído en el mundo,
    recibido en la gloria.
  • Les digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.
  • Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos.
  • ¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu?
    ¿A dónde podría huir de tu presencia?
    Si subiera al cielo,
    allí estás tú;
    si tendiera mi lecho en el fondo de los dominios de la muerte,
    también estás allí.
  • Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra.
  • ¡Sé exaltado, oh Dios, sobre los cielos!
    ¡Alza tu gloria sobre toda la tierra!
  • Desde entonces comenzó Jesús a predicar: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca».
  • Ustedes deben orar así:
    “Padre nuestro que estás en el cielo,
    santificado sea tu nombre.
    Venga tu reino.
    Hágase tu voluntad
    en la tierra como en el cielo.”
  • Nuestro Dios está en los cielos
    y puede hacer todo cuanto quiere.
  • No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
  • Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos.
  • Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo.
  • Yo soy el pan vivo que bajó del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre. Este pan es mi carne y lo daré para que el mundo viva.
  • Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la Ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido.
  • Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca.

Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está el santuario de Dios! Él habitará en medio de ellos y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte ni llanto, tampoco lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir».
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