- El Señor es mi luz y mi salvación;
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida;
¿quién podrá amedrentarme? - Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo. Se moverá con entera libertad, y hallará pastos.
- El temor del Señor es el principio del conocimiento;
los necios desprecian la sabiduría y la disciplina. - Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios—, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
- Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes.
- Quien teme al Señor aborrece lo malo;
yo aborrezco el orgullo y la arrogancia,
la mala conducta y el lenguaje perverso. - Encomienda al Señor tu camino;
confía en él, y él actuará.
Hará que tu justicia resplandezca como el alba;
tu justa causa, como el sol de mediodía. - Pero Dios me ha ayudado hasta hoy, y así me mantengo firme, testificando a grandes y pequeños. No he dicho sino lo que los profetas y Moisés ya dijeron que sucedería: que el Cristo padecería y que, siendo el primero en resucitar, proclamaría la luz a su propio pueblo y a los gentiles.
- Y, mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo. Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada.
- Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel» (que significa «Dios con nosotros»).
- Así nos lo ha mandado el Señor:
“Te he puesto por luz para las naciones,
a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra“. - Recompensa de la humildad y del temor del Señor
son las riquezas, la honra y la vida. - Que se aparte del mal y haga el bien;
que busque la paz y la siga. - ¡Ah, Señor mi Dios! Tú, con tu gran fuerza y tu brazo poderoso, has hecho los cielos y la tierra. Para ti no hay nada imposible.
- No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor —le dijo el ángel—. Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
- Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca.
- El Señor da la riqueza y la pobreza;
humilla, pero también enaltece. - Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.
- Tu palabra es una lámpara a mis pies;
es una luz en mi sendero. - ¿Podrá el hombre hallar un escondite
donde yo no pueda encontrarlo?
—afirma el Señor—.
¿Acaso no soy yo el que llena los cielos y la tierra?
—afirma el Señor—. - Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido.
- Huye de las malas pasiones de la juventud, y esmérate en seguir la justicia, la fe, el amor y la paz, junto con los que invocan al Señor con un corazón limpio.
- Porque nada de lo que hay en el mundo —los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida— proviene del Padre, sino del mundo.
- Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo.
- Si el malvado se arrepiente de todos los pecados que ha cometido, y obedece todos mis decretos y practica el derecho y la justicia, no morirá.