- Porque el Señor ama la justicia
y no abandona a quienes le son fieles.
El Señor los protegerá para siempre,
pero acabará con la descendencia de los malvados. - Ante ti, Señor, están todos mis deseos;
no te son un secreto mis anhelos. - Señor, escucha mi oración,
atiende a mi clamor;
no cierres tus oídos a mi llanto.
Ante ti soy un extraño,
un peregrino, como todos mis antepasados. - Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad;
tu ley la llevo dentro de mí. - No me niegues, Señor, tu misericordia;
que siempre me protejan tu amor y tu verdad. - Cual ciervo jadeante en busca del agua,
así te busca, oh Dios, todo mi ser. - Tengo sed de Dios, del Dios de la vida.
¿Cuándo podré presentarme ante Dios? - Un abismo llama a otro abismo
en el rugir de tus cascadas;
todas tus ondas y tus olas
se han precipitado sobre mí. - Esta es la oración al Dios de mi vida:
que de día el Señor mande su amor,
y de noche su canto me acompañe. - ¿Por qué voy a inquietarme?
¿Por qué me voy a angustiar?
En Dios pondré mi esperanza,
y todavía lo alabaré.
¡Él es mi Salvador y mi Dios! - Porque no fue su espada la que conquistó la tierra,
ni fue su brazo el que les dio la victoria:
fue tu brazo, tu mano derecha;
fue la luz de tu rostro, porque tú los amabas. - Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza,
nuestra ayuda segura en momentos de angustia. - Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios.
¡Yo seré exaltado entre las naciones!
¡Yo seré enaltecido en la tierra!