- Mirad cuán bueno y cuán agradable es
que los hermanos habiten juntos en armonía. - El Señor cumplirá su propósito en mí;
eterna, oh Señor, es tu misericordia;
no abandones las obras de tus manos. - Oh Señor, tú me has escudriñado y conocido.
Tú conoces mi sentarme y mi levantarme;
desde lejos comprendes mis pensamientos. - Aun antes de que haya palabra en mi boca,
he aquí, oh Señor, tú ya la sabes toda. - ¿Adónde me iré de tu Espíritu,
o adónde huiré de tu presencia?
Si subo a los cielos, he aquí, allí estás tú;
si en el Seol preparo mi lecho, allí estás tú. - Porque tú formaste mis entrañas;
me hiciste en el seno de mi madre.
Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho;
maravillosas son tus obras,
y mi alma lo sabe muy bien. - Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón;
pruébame y conoce mis inquietudes.
Y ve si hay en mí camino malo,
y guíame en el camino eterno. - Oh Señor, escucha mi oración,
presta oído a mis súplicas,
respóndeme por tu fidelidad, por tu justicia. - A ti extiendo mis manos;
mi alma te anhela como la tierra sedienta. (Selah) - Por la mañana hazme oír tu misericordia,
porque en ti confío;
enséñame el camino por el que debo andar,
pues a ti elevo mi alma. - Enséñame a hacer tu voluntad,
porque tú eres mi Dios;
tu buen Espíritu me guíe a tierra firme. - Te exaltaré mi Dios, oh Rey,
y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre. - Grande es el Señor, y digno de ser alabado en gran manera;
y su grandeza es inescrutable. - Justo es el Señor en todos sus caminos,
y bondadoso en todos sus hechos. - El Señor está cerca de todos los que le invocan,
de todos los que le invocan en verdad. - El Señor abre los ojos a los ciegos,
el Señor levanta a los caídos,
el Señor ama a los justos. - El Señor protege a los extranjeros,
sostiene al huérfano y a la viuda,
pero trastorna el camino de los impíos. - Sana a los quebrantados de corazón,
y venda sus heridas. - Porque el Señor se deleita en su pueblo;
adornará de salvación a los afligidos. - Todo lo que respira alabe al Señor.
¡Aleluya! - ¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la silla de los escarnecedores. - Mas tú, oh Señor, eres escudo en derredor mío,
mi gloria, y el que levanta mi cabeza. - La salvación es del Señor.
¡Sea sobre tu pueblo tu bendición! (Selah) - En paz me acostaré y así también dormiré;
porque solo tú, Señor, me haces habitar seguro. - Oh Señor, de mañana oirás mi voz;
de mañana presentaré mi oración a ti,
y con ansias esperaré.
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