- A ti, Señor, elevo mi clamor
desde las profundidades del abismo.
Escucha, Señor, mi voz.
Estén atentos tus oídos a mi voz suplicante. - Así que tú, hijo mío, fortalécete por la gracia que tenemos en Cristo Jesús.
- Quien encubre su pecado jamás prospera;
quien lo confiesa y lo deja halla perdón. - Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes.
- ¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él?
- Que la gracia del Señor Jesucristo sea con su espíritu. Amén.
- Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz.
- Yo les perdonaré sus iniquidades,
y nunca más me acordaré de sus pecados. - Me pregunto:
«¿Qué es el hombre, para que en él pienses?
¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta?» - No desecho la gracia de Dios. Si la justicia se obtuviera mediante la ley, Cristo habría muerto en vano.
- Sin embargo, es tal tu compasión
que no los destruiste ni abandonaste,
porque eres Dios clemente y compasivo. - Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado.
- Porque a ustedes se les ha concedido no solo creer en Cristo, sino también sufrir por él.
- Muy pronto el Dios de paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes. Que la gracia de nuestro Señor Jesús sea con ustedes.
- Aquellos de entre ustedes que tratan de ser justificados por la ley han roto con Cristo; han caído de la gracia.
- Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: —Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces? —No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces —le contestó Jesús—.
- ¡Vuelve, apóstata Israel!
No te miraré con ira
—afirma el Señor—.
No te guardaré rencor para siempre,
porque soy misericordioso
—afirma el Señor—. - Rásguense el corazón
y no las vestiduras.
Vuélvanse al Señor su Dios,
porque él es bondadoso y compasivo,
lento para la ira y lleno de amor,
cambia de parecer y no castiga. - Que abandone el malvado su camino,
y el perverso sus pensamientos.
Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios,
que es generoso para perdonar,
y de él recibirá misericordia. - De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada, y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de ustedes.
- En cambio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”