- ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
- No tengan miedo, mi rebaño pequeño, porque es la buena voluntad del Padre darles el reino.
- Toda palabra de Dios es digna de crédito;
Dios protege a los que en él buscan refugio. - La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios.
- Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre. - Dichosos más bien —contestó Jesús— los que oyen la palabra de Dios y la obedecen.
- Esta es la obra de Dios: que crean en aquel a quien él envió —les respondió Jesús.
- ¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?
- Y Dios creó al ser humano a su imagen;
lo creó a imagen de Dios.
Hombre y mujer los creó. - Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.
- El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida.
- Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo.
- Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios.
- Sanen a los enfermos que encuentren allí y díganles: “El reino de Dios ya está cerca de ustedes”.
- De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios —dijo Jesús.
- Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo.
- No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención.
- Después de hablar con ellos, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
- Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!
- En efecto, nosotros somos colaboradores al servicio de Dios; y ustedes son el campo de cultivo de Dios, son el edificio de Dios.
- Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.
- En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios.
- No desecho la gracia de Dios. Si la justicia se obtuviera mediante la ley, Cristo habría muerto en vano.
- La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte.
- Porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe.