- Tú, oh Dios, nos has puesto a prueba;
nos has purificado como a la plata. - Quiero alegrarme y regocijarme en ti,
y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo. - Solo él es mi roca y mi salvación;
él es mi protector.
¡Jamás habré de caer! - Que te conceda lo que tu corazón desea;
que haga que se cumplan todos tus planes. - Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad;
tu ley la llevo dentro de mí. - El Señor es refugio de los oprimidos;
es su baluarte en momentos de angustia. - Los que aman tu ley disfrutan de gran bienestar,
y nada los hace tropezar. - Te alabaré con integridad de corazón,
cuando aprenda tus justos juicios. - No bien decía: «Mis pies resbalan»,
cuando ya tu amor, Señor, venía en mi ayuda. - Los malvados piden prestado y no pagan,
pero los justos dan con generosidad. - Jamás me olvidaré de tus preceptos,
pues con ellos me has dado vida. - Yo le he dicho al Señor: «Mi Señor eres tú.
Fuera de ti, no poseo bien alguno». - El Señor afirma los pasos del hombre
cuando le agrada su modo de vivir. - Espero al Señor, lo espero con toda el alma;
en su palabra he puesto mi esperanza. - El Señor es justo en todos sus caminos
y bondadoso en todas sus obras. - El Señor es clemente y compasivo,
lento para la ira y grande en amor. - Me regocijo en el camino de tus estatutos
más que en todas las riquezas. - Guía mis pasos conforme a tu promesa;
no dejes que me domine la iniquidad. - Cobren ánimo y ármense de valor,
todos los que en el Señor esperan. - ¡Cuán bueno y cuán agradable es
que los hermanos convivan en armonía! - La exposición de tus palabras nos da luz,
y da entendimiento al sencillo. - Prueben y vean que el Señor es bueno;
dichosos los que en él se refugian. - Tú, oh Dios, estás sobre los cielos,
y tu gloria cubre toda la tierra. - Guíame, pues eres mi roca y mi fortaleza,
dirígeme por amor a tu nombre. - Grande es el Señor, y digno de toda alabanza;
su grandeza es insondable.
