- De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva.
- Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir.
- Tan compasivo es el Señor con los que le temen
como lo es un padre con sus hijos. - Perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. - Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor. Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y Salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo.
- No debemos, pues, dormirnos como los demás, sino mantenernos alerta y en nuestro sano juicio.
- Por eso, anímense y edifíquense unos a otros, tal como lo vienen haciendo.
- En efecto, toda la ley se resume en un solo mandamiento: «Ama a tu prójimo como a ti mismo».
- Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios.
- Porque ustedes antes eran oscuridad, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de luz.
- Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez.
- ¡La paz sea con ustedes! —repitió Jesús—. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.
- Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto.
- Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, también el que come de mí vivirá por mí.
- El segundo es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. No hay otro mandamiento más importante que estos.
- Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza.
- Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente.
- La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.
- En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo.
- Cuando comencé a hablarles, el Espíritu Santo descendió sobre ellos tal como al principio descendió sobre nosotros.
- Que el Señor nuestro Dios esté con nosotros, como estuvo con nuestros antepasados; que nunca nos deje ni nos abandone.
- Así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
- Yo había convenido con mis ojos
no mirar con lujuria a ninguna mujer. - Reconoce en tu corazón que, así como un padre disciplina a su hijo, también el Señor tu Dios te disciplina a ti.
- Y al orar, no hablen solo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras.