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Versículos de la Biblia sobre 'MI PAZ'

  • La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.
  • En fin, el fruto de la justicia se siembra en paz para los que hacen la paz.
  • No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada.
  • En fin, hermanos, alégrense, busquen su restauración, hagan caso de mi exhortación, sean de un mismo sentir, vivan en paz. Y el Dios de amor y de paz estará con ustedes.
  • Reciban misericordia, paz y amor en abundancia.
  • Que el Señor de paz les conceda su paz siempre y en todas las circunstancias. El Señor sea con todos ustedes.
  • ¡La paz sea con ustedes! —repitió Jesús—. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.
  • Que se aparte del mal y haga el bien;
    que busque la paz y la siga.
  • Los que aman tu Ley disfrutan de gran paz
    y nada los hace tropezar.
  • Pongan en práctica lo que de mí han aprendido, recibido y oído, además de lo que han visto en mí y el Dios de paz estará con ustedes.
  • El Señor fortalece a su pueblo;
    el Señor bendice a su pueblo con la paz.
  • Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.
  • Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz.
  • Busquen la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
  • Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz.
  • Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos.
  • Al de carácter firme
    lo guardarás en perfecta paz,
    porque en ti confía.
  • En paz me acuesto y me duermo,
    porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado.
  • Gloria a Dios en las alturas,
    y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad.
  • «Aunque cambien de lugar las montañas
    y se tambaleen las colinas,
    no cambiará mi fiel amor por ti
    ni vacilará mi pacto de paz»,
    dice el Señor, que de ti se compadece.
  • La mente gobernada por la carne es muerte, mientras que la mente que proviene del Espíritu es vida y paz.
  • En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
  • Dichosos los que trabajan por la paz,
    porque serán llamados hijos de Dios.
  • Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos.
  • El Dios de paz aplastará muy pronto a Satanás bajo los pies de ustedes. Que la gracia de nuestro Señor Jesús sea con ustedes.
  • Hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas;
    más bien, guarda en tu corazón mis mandamientos.
    Porque prolongarán tu vida muchos años
    y te traerán paz.
  • En los que planean el mal habita el engaño,
    pero hay gozo para los que promueven la paz.
  • Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo.
  • Huye de las malas pasiones de la juventud y esmérate en seguir la justicia, la fe, el amor y la paz, junto con los que invocan al Señor con un corazón limpio.
  • En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas.
  • El Señor te bendiga
    y te guarde;
    el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti
    y te extienda su amor;
    el Señor mueva su rostro hacia ti
    y te conceda la paz.
  • Él fue traspasado por nuestras rebeliones
    y molido por nuestras iniquidades.
    Sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz
    y gracias a sus heridas fuimos sanados.
  • Porque nos ha nacido un niño,
    se nos ha concedido un hijo;
    la soberanía reposará sobre sus hombros
    y se le darán estos nombres:
    Consejero Admirable, Dios Fuerte,
    Padre Eterno, Príncipe de Paz.
  • Mientras tanto, la iglesia disfrutaba de paz a la vez que se consolidaba en toda Judea, Galilea y Samaria, pues vivía en el temor del Señor e iba creciendo en número, fortalecida por el Espíritu Santo.
  • En efecto,
    «el que quiera amar la vida
    y gozar de días felices,
    que refrene su lengua de hablar el mal
    y sus labios de proferir engaños;
    que se aparte del mal y haga el bien;
    que busque la paz y la siga.»
  • Qué hermosos son, sobre los montes,
    los pies del que trae buenas noticias,
    del que proclama la paz,
    del que anuncia buenas noticias,
    del que proclama la salvación,
    del que dice a Sión:
    «¡Tu Dios reina!».
  • No se preocupen por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
  • Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno.
  • Solo él es mi roca y mi salvación;
    él es mi refugio,
    ¡no caeré!
  • El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
  • Solo él es mi roca y mi salvación;
    él es mi refugio,
    ¡jamás caeré!
  • Dios es mi salvación y mi gloria;
    es la roca que me fortalece;
    mi refugio está en Dios.
  • El Dios de paz levantó de entre los muertos al gran Pastor de las ovejas, a nuestro Señor Jesús, por la sangre del pacto eterno. Que él los capacite en todo lo bueno para hacer su voluntad. Y que, por medio de Jesucristo, Dios cumpla en nosotros lo que le agrada. A él sea la gloria por siempre jamás. Amén.
  • Podrán desfallecer mi cuerpo y mi corazón,
    pero Dios es la roca de mi corazón;
    él es mi herencia eterna.
  • Clamé a él con mi boca;
    lo alabé con mi lengua.
  • Tú eres mi escondite y mi escudo;
    en tu palabra he puesto mi esperanza.
  • ¡Cuánto te amo, Señor, fuerza mía!
    El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador;
    es mi Dios, la roca en que me refugio.
    Es mi escudo, el poder que me salva,
    ¡mi más alto escondite!
  • El Señor es mi fuerza y mi escudo;
    mi corazón en él confía;
    de él recibo ayuda.
    Mi corazón salta de alegría,
    y con cánticos le daré gracias.
  • Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien dolorosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella.
  • Solo en Dios halla descanso mi alma;
    de él viene mi salvación.