Versículos de la Biblia sobre 'Oh'
- Protégeme, oh Dios,
porque en ti busco refugio. - ¡Levántate, Señor!
¡Levanta, oh Dios, tu brazo!
¡No te olvides de los indefensos! - Tú, oh Dios, nos has puesto a prueba;
nos has purificado como a la plata. - ¡Sé exaltado, oh Dios, sobre los cielos!
¡Alza tu gloria sobre toda la tierra! - ¡Sé exaltado, oh Dios, sobre los cielos!
¡Alza tu gloria sobre toda la tierra! - Quiero alegrarme y regocijarme en ti
y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo. - Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio
y renueva un espíritu firme dentro de mí. - Como ciervo jadeante que busca las corrientes de agua,
así te busca, oh Dios, todo mi ser. - El sacrificio que te agrada
es un espíritu quebrantado;
tú, oh Dios, no desprecias
al corazón quebrantado y arrepentido. - Sean, pues, aceptables ante ti
mis palabras y mis meditaciones
oh Señor, mi roca y mi redentor. - Oh Dios y Salvador nuestro,
por la gloria de tu nombre, ayúdanos;
por la gloria de tu nombre, líbranos y perdona nuestros pecados. - Oh Dios, tú eres mi Dios;
yo te busco intensamente.
Mi alma tiene sed de ti;
todo mi ser te anhela,
cual tierra seca, sedienta y sin agua. - ¡Oh, gente adúltera! ¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Si alguien quiere ser amigo del mundo se vuelve enemigo de Dios.
- Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
pruébame y conoce mis ansiedades.
Fíjate si voy por un camino que te ofende
y guíame por el camino eterno. - Ten piedad de mí, oh Dios,
conforme a tu gran amor;
conforme a tu misericordia,
borra mis transgresiones.
Lávame de toda mi maldad
y límpiame de mi pecado. - ¡Él te ha mostrado, oh mortal, lo que es bueno!
¿Y qué es lo que espera de ti el Señor?:
Practicar la justicia,
amar la misericordia
y caminar humildemente ante tu Dios. - En cambio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”.
- No bien decía: «Mis pies resbalan»,
cuando ya tu gran amor, Señor, venía en mi ayuda. - Que tu gran amor, Señor, nos acompañe,
tal como lo esperamos de ti. - En ti, Señor, busco refugio;
jamás permitas que me avergüencen.
Por tu justicia, líbrame. - Señor, te ruego, ¡danos la salvación!
Señor, te ruego, ¡concédenos la victoria!
Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Desde la casa del Señor los bendecimos. - No me llega aún la palabra a la lengua
cuando tú, Señor, ya la sabes toda. - Porque tú, Señor, bendices al justo;
cual escudo lo rodeas con tu buena voluntad. - Que tú, Señor, eres todo amor;
que tú pagarás a cada uno
según lo que merezcan sus obras. - Sáname, Señor, y seré sanado;
sálvame y seré salvo,
porque tú eres mi alabanza. - Por la mañana, Señor, escuchas mi clamor;
por la mañana te presento mis ruegos
y quedo a la espera de tu respuesta. - Instrúyeme, Señor, en tu camino
para conducirme con fidelidad.
Dame integridad de corazón
para temer tu nombre. - Escucha, Señor, mi oración;
atiende a mi súplica.
Por tu fidelidad y tu justicia,
respóndeme. - ¡Restáuranos, Señor Dios de los Ejércitos!
Haz resplandecer tu rostro sobre nosotros,
y sálvanos. - Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, la victoria y la majestad.
Tuyo es todo cuanto hay en el cielo y en la tierra.
Tuyo también es el reino
y estás por encima de todo. - Acuérdate, Señor, de tu misericordia y gran amor,
que siempre me has mostrado.
Olvida los pecados y las transgresiones
que cometí en mi juventud.
Acuérdate de mí según tu gran amor,
porque tú, Señor, eres bueno. - En ti confían los que conocen tu nombre,
porque tú, Señor, jamás abandonas a los que te buscan. - Tú, Señor, mantienes mi lámpara encendida;
tú, Dios mío, iluminas mis tinieblas. - El Señor cumplirá en mí su propósito.
Tu gran amor, Señor, perdura para siempre;
¡no abandones la obra de tus manos! - A ti, Señor, elevo mi clamor desde lo más profundo de mi ser.
Escucha, Señor, mi voz.
Estén atentos tus oídos
a mi voz suplicante. - Sí, en ti esperamos, Señor,
y en la senda de tus juicios;
tu nombre y tu memoria
son el deseo de nuestra vida. - Te exaltaré, mi Dios y rey;
por siempre bendeciré tu nombre. - Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo eso y esmérate en seguir la justicia, la devoción, la fe, el amor, la constancia y la humildad.
- Pero tú, Señor, eres el escudo que me protege;
tú eres mi gloria;
tú mantienes en alto mi cabeza. - Señor, tú me examinas
y me conoces.
Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto;
aun a la distancia me lees el pensamiento. - ¡Qué profundo es el conocimiento,
la riqueza y la sabiduría de Dios!
¡Qué indescifrables sus juicios
e impenetrables sus caminos! - Pero tú, Señor, reinas eternamente;
tu trono permanece de generación en generación. - Señor, escucha mi oración,
atiende a mi clamor;
no te desentiendas de mi llanto.
Ante ti soy un extranjero,
alguien que está de paso, como todos mis antepasados. - No me niegues, Señor, tu misericordia;
que siempre me protejan tu amor y tu verdad. - Por tanto, no tienes excusa tú, quienquiera que seas, cuando juzgas a los demás, pues al juzgar a otros te condenas a ti mismo, ya que practicas las mismas cosas.
- Señor, hazme conocer tus caminos;
y enséñame tus sendas. - A pesar de todo, Señor, tú eres nuestro Padre;
nosotros somos el barro y tú el alfarero.
Todos somos obra de tu mano. - ¡Qué grande eres, mi Señor y Dios! Nosotros mismos hemos aprendido que no hay nadie como tú y que aparte de ti no hay Dios.
- Quiero alabarte, Señor, con todo el corazón,
y contar todas tus maravillas. - Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.